Recordando a The Waste Land, de T. S. Eliot, cuatro voces se interrogan, se acusan y se buscan entre sí, como erizos en busca de calor. Cuatro monólogos entremezclados reverberan como un eco de cada uno, esperando desesperadamente una respuesta. Una respuesta que no llega. A, B, C y M parecen comunicarse como si fueran una sola voz que surge salvaje desde la oscuridad, como un monstruo incomprendido y solitario que pide amor desde el centro del mundo sin que su queja sea escuchada. Abandonados a su suerte, en un mundo en ruinas, estas cuatro voces luchan contra sus miedos y el dolor que los persigue cuando entran en contacto con la realidad. _______________________________ PALABRAS DE LA DIRECTORA “Cuando hace frío los erizos se buscan entre sí para entrar en calor, pero las púas de su cuerpo les impiden acercarse sin hacerse daño. Alejarse del todo significaría morir de frío, por lo que se ven obligados a ir ajustando la distancia hasta encontrar la proximidad más soportable. Empecé a trabajar en el concepto de Crave, de Sarah Kane, hace algunos años partiendo de esta parábola de Schopenhauer (y que tan magistralmente había visto reflejada en Neon Genesis Evangelion, el anime de Yoshiyuki Sadamoto). La relación con el otro, cuanto más próxima, no escapa de ser dolorosa, pero también sufriremos el dolor y la angustia de la soledad al aislarnos. Al parecer no tenemos otra opción que seguir juntos por este camino que se nos ha dado (o no, o renunciar a él) encontrando la distancia más soportable, ya que es precisamente ese dolor que compartimos el que nos permite conectar con los demás. Las cuatro voces de Crave buscan desesperadamente establecer este contacto. Son cuatro voces que piden “amor” desde el centro del mundo. Amor como vehículo de salvación, un amor que pide la fusión absoluta con el otro hasta perder la forma del propio “ego”, olvidándonos a nosotros mismos, eliminando esa distancia que nos separa.”
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